Mis mejores maestros en la cocina fueron mis padres, Aurora y Marcelino a los dos les gustaba cocinar, de jóvenes habían sido cocineros, mi madre en una casa particular y mi padre en una Capitanía General, su afición a la cocina perduró durante toda su vida y a mí me inculcaron esta “Pasión por cocinar” que llevo en las venas.
Aunque ahora cada vez cocino menos, ya que el estar de pie es un suplicio para mí, pero siempre que puedo lo hago, por eso algunas de mis recetas no llevan fotografías.